Alcohol y adolescentes: mala mezcla

Un estudio elaborado por la Universidad de Washington y publicado por la prestigiosa revista “The Lancet” permite asegurar de forma contundente que “el nivel más seguro de consumo de alcohol es cero”. Esta frase en nuestro país pareciera ser un mal chiste. Y es así para adultos como para adolescentes. Estos últimos un grupo de alto riesgo en lo que a consumo se refiere.

 

Chile un país de bebedores

En 2014 la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el Informe Mundial de Situación sobre Alcohol y Salud, que identifica a Chile como el país de América Latina con mayor promedio de consumo de alcohol puro al año: 9,6 litros, en comparación con 8,4 del resto de la región.

 

¿Y por qué hay tanto consumo de alcohol en nuestro país?

 

Hay variadas razones según señalan en un artículo reciente de la TERCERA, dentro de ellas, la baja percepción de riesgo y el alto desconocimiento de la verdadera cantidad de alcohol sobre la cual comienza a producirse el daño, son en gran medida las causas.

 

El problema se agrava cuando hablamos de adolescentes que muchas veces, ostentan un fuerte consumo de alcohol en días de la semana o fuman marihuana en las calles a vista y paciencia de adultos y autoridades.

 

Para muchos adultos, que un chico de 15 o 16 años se beba una cerveza o tome vino es parte del “aprendizaje”. Pocos entienden el impacto que genera el consumo de alcohol y uso de drogas en el desarrollo y la identidad de un chico en formación.

 

Así mismo en este artículo, Ricardo González, urgenciólogo experto en toxicología de Clínica Alemana, señala que el motivo es que nunca socialmente se ha tomado conciencia de que (el alcohol) es una droga. “Disminuye los reflejos de la misma manera que lo hacen la cocaína o la marihuana, pero se toma como algo socialmente aceptado y eso se ve en que cada vez más jóvenes consumen alcohol”.

 

No se debe desconocer que se asocia a actividades sociales y fiestas, dice Claudio Muñoz, urgenciólogo jefe del Servicio de Urgencia Adulto del Hospital El Carmen de Maipú. “De cada cinco chilenos, dos beben más de cuatro copas en una ocasión, y entre 15 y 35 años, consumen más de ocho tragos, lo que implica quedar en estado de ebriedad”.

 

¿Pero qué pasa con la familia y con los padres?

 

Los padres viven el desconcierto y la impotencia.

 

El mundo circundante les resulta amenazante para el desarrollo de cualquier niño. La idea de si su hijo o hija podrá negarse ante el ofrecimiento de alcohol es una de las grandes dudas. (artículo: la decisión de beber o no)

Por otro lado, experimentan la presión que ejercen sus propios hijos, quienes temen ser excluidos o desadaptados en sus grupos, para un adolescente sus pares son decisivos en su autoestima y su autoimagen.

 

“Todos lo hacen”, “¿No quieres que viva mi juventud?”, “¿Prefieres que sea un perno?”, “Soy la única que… ”,

 

Son las típicas frases que los van impulsando a ceder. La prisa envuelve lo cotidiano. No hay tiempo para pensar ni conversar, ir por ellos a una fiesta o un cumpleaños luego de una jornada agotadora resulta complejo.

 

Prontamente los trae el “taxi” sin enterarnos mayormente a qué hora llegó ni en qué condiciones. Si hubo consumo de alcohol u otra sustancia.

 

Lejos de ayudar, estas supuestas “soluciones” sólo logran propiciar conductas de riesgo en los adolescentes, que al sentirse sin presiones pueden caer rápidamente en excesos y riesgos innecesarios.

 

Los padres tienen que aceptar que el control de sus hijos es posible. Este tema es central en el mundo contemporáneo.

 

Los padres deben ejercer como tal, no tratar de ser amigos de sus hijos, para eso la lista que ellos tienen es enorme. Padres solo 2, incluso a veces solo uno.

 

Un adulto responsable y un padre o madre amoroso, puede procurar estimular las medidas de protección que el adolescente requiere al momento de enfrentarse con el trago y otras sustancias, que, como la marihuana, están a la vuelta de la esquina o en el puesto del compañero de colegio. Esto propiciará que su hijo logre decir que “no” cuando le ofrezcan alcohol u otra cosa.

 

Mantenerse involucrados en la vida de los hijos, pasar con ellos al menos una hora al día aunque sea en tareas tan simples como lavar los platos, puede generar vínculos que estimulen la confianza y el diálogo.

 

Estimular el deporte y las actividades que requieren perseverancia y constancia el los hijos son siempre buenas medidas de protección. El ejemplo que usted como padre y madre le pueda dar es finalmente un valor esencial.

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